viernes, 2 de noviembre de 2012

DE CUENTO: La Discusión de los Condimentos

Cierto día, en la cocina de la casa de la abuela Diana se había producido un gran revuelo. Las especias y los condimentos, aprovechando que la abuela había ido con su esposo y una de sus nietas a realizar una consulta médica y tenían previsto que iba a demorar bastante y, por lo tanto, a volver tarde, se habían puesto a discutir para ver cuál era el mejor de todos. 

–Yo soy el más deseado –dijo el pimentón –¿No ven que lindo color que tengo? El abuelo, cuando cocina, me pone sobre las papas hervidas con un poco de aceite de oliva. Dice que las papas así, es la comida favorita de los dioses. 


–¿No te acercaste nunca a mí? –retrucó la nuez moscada. –Mi aroma es indescriptible. La señora abre el frasco sólo para olerme. Ella dice que sin nuez moscada, no se puede comer la salsa blanca. ¡Hasta la escuché comentarle a las amigas, una tarde que vinieron a tomar el té, que quería conseguir un perfume con mi aroma!

 –Yo soy mucho mejor –dijo la pimienta en grano. –Para Navidad, cuando preparan pollo al escabeche, sino estoy yo, no lo pueden hacer. Es la comida preferida del hijo mayor. Una vez agarró el frasco y dijo: ¿cómo puede ser que estos pequeños granos den tanto sabor a ese pollo? 

Y, así, una por una, las especies y los diversos condimentos fueron hablando acerca de sus colores y de sus aromas, tratando de demostrar delante de los demás, que ellos eran estupendos e indispensables. Las hojas de laurel, el ají molido, el tomillo, el azafrán… Sólo la sal permanecía callada. ¿Qué podía decir ella? Pálida y sin aroma. Ninguno de los que pasaban por la cocina decía algo de su color y menos aún abría el frasco para olerla. Casi sin darse cuenta se les pasó la tarde en ese debate que parecía que no iba a tener fin. 

De pronto, la abuela entró a la cocina. Estaba con Sofía, una de sus nietas, y ya habían vuelto de hacer la visita al médico. Estaba de muy mal humor porque el doctor le había prohibido comer con sal. –No te preocupes abuela, podés poner otros condimentos –le dijo Sofía. 

 Las especies hicieron silencio y escucharon con atención. 

 –No es lo mismo. Cualquier otro condimento le da un sabor especial a la comida, sólo la sal no deja rastro y hace que surja el verdadero gusto de las cosas. Cuando la abuela y la nieta salieron de la cocina, dieron por terminada la discusión entre los condimentos. Ya sabían cuál era el que no podía faltar. 

Fin

No hay comentarios:

Publicar un comentario